sábado, 24 de diciembre de 2011

El Dionisíaco


Se dice que el Dios Dionisio es el único dios extranjero perteneciente al Monte Olimpo. Algunas fuentes, entre las analizadas de Herodoto, Hesíodo y otros historiadores; asumen que su origen se sitúa en Etiopía, Anatolia o Tracia aunque nunca se supo exactamente su paradero puesto que sus viajes y sus intenciones inentendibles para el resto de los dioses fueron incoherentes tanto en términos terrenales como divinos.

Algunos mitólogos dicen que su locura la contrajo una vez la diosa Hera lo condenó a viajar por el mundo sin cesar mientras esté descubría las propiedades del vino para lograr así expandir los impulsos más internos de los seres.

Se dice que en uno de sus viajes por Frigia (la hoy conocida Troya aunque ya devastada) la diosa Cibeles, más conocida por los griegos como Rea, le curó su locura y le enseñó sus ritos religiosos, y así emprendió su recorrido por Asia enseñando a la gente el cultivo del vino. Otras historias cuentan que Dioniso deseaba navegar desde Icaria hasta Naxos, así que alquiló un barco pirata tirrenio. Pero cuando el dios estuvo a bordo, no navegaron hacia Naxos sino hasta Asia, con la intención de venderlo como esclavo. Por esto Dioniso transformó el mástil y los remos en serpientes, y llenó la nave de hiedra y del sonido de flautas, de forma que los marineros enloquecieron y saltaron al mar, donde fueron transformados en delfines. La parte más famosa de sus viajes es su expedición a la India, que se dice que duró varios años.

Volvió triunfante y asumió la introducción de su culto en Grecia, pero se le opusieron algunos príncipes que temían los desórdenes y la locura que éste acarreaba. Cuando el rey Licurgo de Tracia oyó que Dionisio estaba en su reino, envió a prisión a todas sus seguidoras, las Ménades (hijas del caos). Dionisio huyó, refugiándose con Tetis y enviando una sequía que hizo que la gente se sublevara. También volvió loco a Licurgo, y éste descuartizó a su propio hijo con un hacha, creyendo que era un brote de hiedra, planta consagrada a Dionisio.

Un oráculo afirmó entonces que la tierra permanecería seca y baldía mientras Licurgo siguiera vivo, así que su pueblo lo mató y descuartizó. Con Licurgo muerto, Dionisio se propuso deshacer la maldición limpiando todo lo hecho para que el ciclo se renovara aunque junto a esto quedaba un aspecto pendiente de sus viajes que debía terminar para por fin culminar el ciclo mítico.